domingo, 18 de mayo de 2008

Los niños siniestros de Kathie

No siempre un niño es sinónimo de dulzura, alegría, belleza, inocencia y en definitiva de todo lo bonito de la vida. Puede ser que en vez de tener rostros angelicales los pequeños tengan siniestros ojos demasiado separados para obedecer las leyes del buen gusto, que en vez de pequeñas manitas y regordetas piernas sus extremidades se compongan de tentáculos al más puro estilo de la medusa mala de La Sirenita y que en vez de ir ataviados con vestidos de nido de abeja, polos en versión mini, camisetitas, falditas o cualquier prenda en la que un adulto no podría ni meter un brazo, fueran disfrazados de animales, portaran máscaras de cerdo con enormes ojos y jugaran con conejos blancos de mirada asesina y con palos acabados en calaveras.
Afortunadamente estos casos de desviación infantil por el momento sólo se dan en el mundo del diseño y más concretamente en el imaginario de la artista estadounidense Kathie Olivas.
Sus óleos están protagonizados por siniestros niños que viven en bosques de árboles pelados y cielos apocalípticos. Entornos que seguramente han sido arrasados por el hombre, por la contaminación, por el cambio climático, por los desastres naturales, una tierra árida, yerma, sin vida, la que probablemente en un tiempo se convierta ésta que todos los días pisamos. Además de este componente ecológico, la colección de Olivas llamada Misery Children, representa una crítica a la situación política y social de nuestros días y una visión satírica del mundo. También habla de la continua necesidad que tenemos los humanos de crearnos universos catalogados de “bonitos” como vía de escape a las desgracias o penas que sufrimos a lo largo de nuestras vidas, ¿y si estos universos dejaran de ser tan ideales de la muerte? ¿y si al paso que vamos todo se tornara oscuro como los niños siniestros de Kathie?